lunes, 14 de noviembre de 2011

LOS PESCADORES DE TRÉPANG, de Emilio Salgari



  Voy a empezar a comentar una serie de libros digitales, que se pueden descargar gratis en Internet. Son grandes clásicos juveniles de aventuras. Propongo dar un tiempo para leerlos y los comentaremos juntos. Empezaré con uno de mis autores preferidos, Emilio Salgari.

He elegido este libro, "Los pescadores de Trépang", porque no lo he leído. Se puede descargar aquí:

http://www.gutenberg.org/files/36546/36546-h/36546-h.htm

Emilio Salgari nació en la ciudad italiana de Verona el 21 de agosto de 1862 y murió el 25 de abril de 1911 en Turín.

COMENTARIO:
 Típico libro de aventuras, un clásico de Salgari, aunque no tan conocido como, por ejemplo, "Sandokán".
En "Los pescadores de Trépang" el autor nos enfrenta a distintas situaciones de peligro. Pura acción que atrapa la atención de los lectores.
  El Capitán Van-Stael, sus sobrinos, Van-Horn y una tripulación de chinos llegan a las costas de Australia para pescar el trépang. Saben que los caníbales de la costa son agresivos con los barcos extranjeros, pero ellos tienen que cocer el trépang en dos grandes calderas en la costa. Han de desembarcar y sufren el ataque. Consiguen salvarse los cuatro, junto a otro miembro de la tripulación, pero el barco está a punto de embarrancar. Así describe Salgari al Capitán Van-Stael, en el primer capítulo:
 
"El Hai-Nan, que así se llamaba el junco, había salido un mes antes de Timor, isla de las Molucas, para la pesca del trépang, bajo el mando del Capitán Van-Stael, holandés de Batavia. En otros tiempos Van-Stael, que gozaba fama de valiente hombre de mar, había navegado por su cuenta y en nave propia, dedicándose a la pesca del trépang; pero a los cuarenta años, cuando ya se creía suficientemente rico para acabar su vida entre comodidades en alguna ciudad del Extremo Oriente, tuvo la desgracia de arruinarse.
Una noche tempestuosa su buque naufragó en el mar de Coral, junto a la costa australiana, y de los veinte hombres que componían la tripulación, sólo él y el viejo Van-Horn pudieron salvarse en un madero. No se desanimó por aquella desgracia, aunque fué para él un desastre. Se sentía con fuerzas todavía para rehacer su fortuna; y vuelto a Timor, ofreció sus servicios a un rico negociante de trépang, el chino Lia-King, el cual, sabiendo con qué experto y hábil marino trataba, no dudó en confiarle el mando de uno de sus mejores juncos.
Van-Stael, aunque nunca había tenido gran confianza en aquellos barcos de construcción china, muy poco seguros para los malos tiempos, partió para la costa septentrional de la Australia, y en pocas semanas completó su carga de aquellos coriáceos moluscos, que son tan apreciados en los mercados chinos y malayos.
Aunque en aquella primera campaña de pesca había realizado muy buenas ganancias, al principiar la nueva estación volvió a hacerse a la mar, llevando esta vez consigo a sus dos sobrinos, huérfanos desde hacía varios años, y a los cuales pensaba llevar consigo en todos sus viajes para hacer de ellos dos buenos marinos".

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